Y nuestros huesos se rompen,
en pequeños pedazos.
Pero pegamos las partes,
dejándolas sanar con firmeza.
¿Pero si no fuéramos a regresar?
¿Cómo olerá la carne?
¿Estará oxidado por dentro?
¿O inamovible?
Al perder la claridad,
regresa a un punto de encuentro.
Sino, el polvo de tus huesos se dispersará.
¿Y cómo encontrarlo?
Son golpes que te hacen cojear,
o que te rasgan los pulmones al respirar.
¿Por qué las costillas no han sanado?
Y al profanar olvidamos que el tiempo solo auxilia.
Es nuestro deber encontrar las partes.
Por qué del amor al odio,
solamente quedas tú
(5 de abril de 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario