Seguía ahí, recreando
cada palabra que necesitaba en el reporte, ya era hora de irme pero unos
cuantos seguían trabajando. Ahí estábamos nosotros. Adictos al trabajo. En la
oficina, en nuestro pequeño cubículo. ¿Qué estaba haciendo? Me detuve, me
sentía observada, unos ojos sobre mí me miraban a unos cuantos metros. Mi
concentración se había roto por esos aros cafés que se pegaban a mi frente.
Entrecerré mis ojos y se dio cuenta que lo miré. Se asustó y siguió trabajando.
Miré mi pantalla y me di cuenta que había olvidado toda la idea, tendría que
leerlo de nuevo para seguir. Me levante y estiré las piernas mientras trataba
de tocar el techo con mis manos.
Lo miré, el techo
hecho de paneles, idéntico al de los hospitales o escuelas. Quería divagar, observar mí alrededor y así lo hice. Me senté y gire en mi silla, habíamos siete personas aún, sin contar la oficina al
fondo en donde estaba el jefe y su secretaría. Regresé a mirar a Luis, aquel
hombre que había hecho a mi imaginación divagar. Era muy aburrido pero no era
una mala persona, siempre miraba al vacío, por ello ya no me molestaba tanto,
era común en él. A tres escritorios a la derecha estaba Lorena, me le quede
viendo. Su concentración nunca se rompía y seguía todo exactamente como el jefe
lo quería. En ocasiones lo pensaba pero no era lo mío. Me decidí a trabajar por
unos cinco minutos más.
Estaba a punto de leer la última línea y su voz retumbo
en mi oído. Cesó el silencio, gritó con ira y nos miró a todos. Sus ojos azules me penetraban, como un filo helado y tajante. Salió con pasos firmes y así quedo.
Plasmado en mi memoria al dejar su cuerpo salir por la puerta.
(14 de enero del 2014)
FPSA
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