El teñido amanecer. Perlas,
citrinos y espinelas embellecían el cielo. Con sus finas pieles de zorro ártico
que reflejan las tonalidades de las resplandecientes joyas. Sí, con su vestido de
seda que dependía de la hora como lucia su esplendor. Todos los dioses se
reunían, bajaban por las montañas que tocaban el cielo y rodeaban los diques y
arroyos, ahí se saciaban de la helada agua que los llenaba de vida. Los árboles
se vestían con sus más hermosos retoños. Los azares perfumaban el ambiente y
los dioses se dormían con el bosque a la llegada de la nueva estación.
(13 de abril de 2013)
FPSA
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