Ocurrió en el baño. La
primera vez. Arriba, abajo, así iba mi cabeza. Se llenaba de humo, salí por mis
orejas. Me retumbaba y mi cuerpo se hinchaba. Quizá todo no era más que mis
propias sugestiones pero dentro de mi cabeza era real, para mis ojos, mis
manos, para mi mente era real.
Los colores del día
eran más rojizos, y el suelo se tornaba azul. Me levantaba pero mis pies no
encontraban el suelo hasta que caía en él. Me rosaba mi cara pero aun volvía.
Mi cuerpo siempre quedaba en un estado estupefacto, las señales no corrían de
mi mente a mi cuerpo, se detenía en algún punto intermedio, tal vez en mi
garganta o nadie prendía el interruptor para que fluyera el mensaje.
Las primeras veces lo
hacía en el baño de mi departamento. Pero el sentimiento al estar solo
normalmente creaba pensamientos que volaban y se apropiaban de mis
extremidades, eran como demonios jalando de mis piernas y brazos. Sentía dolor,
como si todos los conductos interiores estuviesen tapados.
Así fue por mucho
tiempo y comencé a hacerlo en las calles, en callejones sin salida donde había
más como yo. Aun mis sentidos se apagaban con excepción de mi vista pero ahora
algunos colores se a griseaban, se tornaba marrón. La dependencia era ya algo
más, brazos y diferentes entidades dentro de mí que me alejaban de mi
humanidad, me llevaban a ser un tumulto. Un objeto sin vida que moría una vida
más rápidamente. El vaho salía de mi boca y ese fue el último suspiro visible
que salió de mí, porque aunque fuese un tumulto, un cuerpo visible, yo había
cesado de existir.
(22 de enero de 2014)
FPSA
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